Debilidad muscular: por qué el envejecimiento no siempre es la causa

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Debilidad muscular: por qué el envejecimiento no siempre es la causa

Redacción

El envejecimiento es una etapa inevitable de la vida de los seres humanos. En diferentes medidas, todos experimentamos el transcurrir de la existencia a través de manifestaciones de diversa índole. En ese marco, un signo frecuente de este proceso es la debilidad muscular, relacionada a dolores y a dificultades para llevar a cabo actividades diarias que requieren del movimiento y de la destreza corporal. En general, solemos naturalizar estos síntomas con el precepto de que el tiempo pasa para todos. Sin embargo, no siempre es así. ¿Por qué? Porque muchas veces las causas pueden estar asociadas a enfermedades, a infecciones no diagnosticas o incluso a ciertas medicaciones que son contraproducentes.

Un ejemplo de este planteo puede ser el desequilibrio en la cantidad de electrolitos, que son indispensables para que los músculos y los nervios funcionen correctamente. Estos minerales con carga eléctrica están presentes en los fluidos corporales como la orina o la sangre y son, además, muy importantes para equilibrar el agua en el cuerpo. El sodio, el cloro, el magnesio y el potasio están dentro de esta categoría.

“Las personas asumen y suponen que se debilitan a medida que envejecen, pero tener dificultades para caminar, caerse y levantarse del suelo no es normal”, dijo Conrad C. Weihl, neurólogo de la Universidad de Washington, en diálogo con The Wall Street Journal (TWSJ). En ese sentido, el dolor sin explicación a la hora de subir una escalera y los tropezones frecuentes pueden ser signos de un problema aún más grave: la miositis. ¿De qué se trata? Son un grupo de enfermedades que, entre otras cosas, producen inflamación crónica en los músculos.

En la mayoría de los casos, la miositis se clasifica como una patología de características autoinmunes. Esto sucede cuando el sistema inmunitario ataca sin causa aparente al tejido corporal propio del organismo. Con lo cual afecta, ejemplo, a las articulaciones, al corazón, a la piel, a los pulmones y al tracto digestivo. En resumidas cuentas, no sólo son los músculos. A su vez, en algunos pacientes puede haber una cierta predisposición a estos cuadros a causa de un virus, de una infección, de la luz solar o de una toxina determinada.

Aunque no existe una cura específica para la miositis y sus diversas formas, hay algunos medicamentos, tratamientos y terapias adicionales que se encuentran bajo análisis de la ciencia. Como siempre, la actividad física y la fisioterapia pueden colaborar en la prevención: los hábitos cotidianos a lo largo de la vida son fundamentales para que la vejez no nos afecte.

Qué dicen los expertos sobre la miositis
Anteriormente, el médico clínico Luis Cámera le había comentado: “Los ejercicios aeróbicos como caminar o correr prolongan la expectativa de vida y retrasan la aparición de cualquier tipo de discapacidad. Esto también debe estar complementado con no fumar, con no beber en exceso y con no comer muchos hidratos carbono”.

Es que es importante comprender que la miositis puede manifestarse de diversas formas. Por este motivo, los expertos llaman a tener mayor conciencia sobre los síntomas y los diagnósticos tempranos. Es que, recurrentemente, los médicos de atención primaria pueden dudar a la hora de considerar una patología muscular y el paciente acaba sufriendo progresivamente cuadros como la miopatía inflamatoria idiopática, caracterizada por la debilidad y por la inflamación de los músculos.

Según indican desde la Clínica Mayo, “las principales enfermedades musculares que se diagnostican y tratan incluyen la dermatomiositis adulta y juvenil, la polimiositis, la miopatía autoinmune necrotizante (miopatía necrotizante mediada por el sistema inmunológico) y la miositis por cuerpos de inclusión. Estas enfermedades causan inflamación y daño muscular, o ambos, que pueden tratarse”.

En ese sentido, desde la reconocida institución norteamericana, resaltaron que “estos trastornos pueden afectar múltiples sistemas de órganos, como la piel y los pulmones”. Es por este motivo que la evaluación de los cuadros “puede incluir neurólogos, neumólogos, dermatólogos, especialistas en rehabilitación de medicina física, terapeutas ocupacionales y fisioterapeutas”.

“Para su diagnóstico el doctor hará un examen físico, exámenes de laboratorio, de imagen y una biopsia muscular”, resaltan desde la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, dependiente de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH). Al tiempo que recalcan que, pese a que no cuentan con una cura, “los síntomas se pueden controlar”. “Tanto la polimiositis como la dermatomiositis se tratan con altas dosis de corticosteroides. Otras opciones pueden ser otros medicamentos, terapia de rehabilitación, ejercicio, calor, aparatos de asistencia y descanso”, agregaron.

Por ejemplo, en el caso de la dermatomiositis, muy frecuente en las mujeres, las manifestaciones que se presentan son erupciones cutáneas y cansancio corporal, entre otras. Recientemente, algunos medicamentos con esteroides y con inmunosupresores han sido eficaces para combatir esta enfermedad. Asimismo, en Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó un fármaco elaborado con inmunoglobulina intravenosa y con anticuerpos derivados del plasma sanguíneo.

Según indicó la reumatóloga Julie Paik ante el TWSJ, para llegar a resultados certeros de la miositis hay que realizar un extenso informe médico que se concrete con exámenes físicos para identificar cuáles son las zonas musculares afectadas.

La influencia del COVID-19
Según un documento presente en la biblioteca de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la miositis se puede presentar “como una manifestación rara de COVID-19″. Aunque, en palabras del organismo internacional se ha detectado con mayor frecuencia, ya que se presenta asociado “con una miositis viral atribuible a la invasión directa de miocitos o la inducción de autoinmunidad”.

“La miositis inducida por COVID-19 puede tener una presentación variada, desde dermatomiositis típica hasta rabdomiólisis y una afección paraespinal con dolor de espalda. Puede o no presentarse con elevaciones exponenciales agudas de marcadores enzimáticos como la creatina quinasa (CK)”, señala el documento y resalta que puede vincularse con “la entrada directa y la aflicción de las fibras musculares” que impulsa una “activación inmunitaria innata y adaptativa”.

La pandemia “ha traído consigo una mayor comprensión de las manifestaciones únicas de la miositis relacionada con COVID-19, que van desde el virus directo-Enfermedad muscular inducida por autoinmunidad desencadenada y otros vínculos etiopatogénicos para explorar”. Es decir que, según advierten, es necesario conocer las causas y mecanismos de cómo se produce esta enfermedad y su relación con el SARS-CoV-2.

Un ejemplo de este hecho tuvo lugar en 2021, cuando un estudio realizado por investigadores de la Charité-Universitatsmedizin en Berlín, Alemania, sobre personas muertas por SARS-CoV-2 sugirió por qué los pacientes que se recuperan de la enfermedad, en muchos casos, padecen fatiga y pérdida de masa muscular a largo plazo.

En las autopsias, los especialistas hallaron que la mayoría de los fallecidos tenían inflamación muscular a veces muy grave. De un total de 43 individuos que fallecieron con un diagnóstico confirmado de COVID-19, seis de cada 10 tenían debilidad, hinchazón y enrojecimiento del tejido del músculo esquelético. A su vez, esto era mucho más evidente en aquellos que arrastraban otras patologías crónicas.

¿Los medicamentos pueden ser otra causa de miositis?
Los diuréticos, que son medicamentos utilizados con frecuencia para la presión arterial, pueden producir en algunas personas serias deficiencias en los niveles de potasio. Este mineral, que es fundamental para el organismo, colabora en el adecuado funcionamiento de los nervios, de los músculos y de las células. Además, este electrolito puede provocar otros problemas que van más allá de la debilidad muscular. Algunos de ellos son los espasmos, los calambres, el entumecimiento, el hormigueo o, en casos extremos, la parálisis de una parte del cuerpo. En estas situaciones es recomendable que un profesional recete suplementos de potasio que reviertan el desequilibrio.

Otro caso de debate en el ámbito científico es el de las estatinas, que se utilizan para las enfermedades cardíacas y para el colesterol alto. Si bien algunos expertos asociaron a estos fármacos con el dolor muscular, una reciente investigación publicada en The Lancet encontró que no es así. Este trabajo, que fue liderado por la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, analizó los informes clínicos de 155.000 pacientes, que fueron sometidos a 23 pruebas aleatorias mientras eran tratados con estatinas. De esta manera, los resultados indicaron que, en más del 90% de los casos, los dolores musculares o la debilidad no fueron causadas por este medicamento.