- La llegada de la máxima categoría del automovilismo se debe al gusto de uno de los presidentes mexicanos por el deporte motor.
Red de corresponsales
La euforia que vive México por la Fórmula 1 no se tenía desde hace varias décadas, pues tras el ascenso competitivo de Checo Pérez en la máxima categoría a bordo de Red Bull, la ilusión renació por ver a un compatriota arriba del podio cada carrera.
El automovilismo mexicano ha escrito varios nombres sobresalientes en distintas categorías; sin embargo, el Gran Circo es una que históricamente se ha resistido, pues antes de Sergio, el máximo exponente había sido Pedro Rodríguez de la Vega en los años 60, uno de los hermanos a los que hoy hace honor el nombre del autódromo ubicado en el complejo deportivo Magdalena Mixhuca.
Fue precisamente en esta época cuando surgió la primera ola de fervor por el deporte motor, pues México gozaba de los hermanos Rodríguez, acompañados por el destacado piloto Moisés Solana y con un flamante autódromo recién inaugurado.
Por si esto fuera poco, el presidente de aquel entonces tenía un particular gusto por los automóviles, algo que le llevó a conocer a uno de los personajes clave para la construcción de un autódromo de clase mundial y la eventual llegada de la Fórmula 1 a México.
Adolfo López Mateos, presidente de la República entre 1958 y 1964, era el hombre que cada cumpleaños recibía un Ferrari último modelo como regalo. De acuerdo con el Diario El País, el remitente de este costoso presente era Pedro Natalio Rodríguez Quijada, un acaudalado empresario, amante de los autos y por supuesto de las carreras.
Esta amistad, además de lujo también involucraba velocidad e innovación, pues debido a que ambos eran devotos del automovilismo deportivo, el pensamiento de construir un circuito en el Distrito Federal era cuestión de tiempo.
Bajo el objetivo de construir uno de los autódromos más grandes e importantes del mundo, ambos unieron fuerzas para impulsar el deporte motor en México, por lo que la pieza angular fue la planeación de un trazado único y que reuniera las mejores características de otros circuitos en Europa.
Con el aval del presidente y del empresario, quien habría puesto especial énfasis en emular la peraltada del circuito de Monza, en Italia, se contrató a Oscar Fernández Gómez Daza, un ingeniero que utilizaría parte del proyecto para titularse en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1955.
Las bases estaban sembradas para construir un autódromo tipo Gran Premio, con varias influencias europeas en la experiencia de Don Pedro Rodríguez y que se combinaron con el aprendizaje de Óscar Fernández en Indianápolis y Washington, donde forjó y complementó los principios matemáticos para realizar el trazado.
El autódromo se inauguró en 1959, ya con López Mateos con más de un año al frente del país y con una estrecha y nutrida amistad con la familia del empresario Don Pedro, quien utilizaría a sus dos hijos, Pedro y Ricardo, como estrellas de la gran apertura.
Pedro Rodríguez de la Vega culminó en primer lugar los 500 kilómetros de México, varios años antes de que gozara del éxito en la Fórmula 1. Moisés Solana fue segundo y Ricardo Rodríguez tercero. Ellos fueron los pioneros del autódromo, que tres años más tarde vería a los exponentes de la Fórmula 1 en su pista.
En noviembre de 1962 se llevó a cabo la primera carrera de Fórmula 1 en México, que aunque no era puntuable, sí reunía a una gran cantidad de leyendas en su asfalto. Bajo el cobijo de López Mateos, quien vio un par de carreras antes de su salida de la presidencia, el Gran Circo aterrizó en la ciudad y fue el primer paso rumbo a un Gran Premio que ya es tradicional en el calendario.